Un safari más allá de Yangana

l día siguiente, había que cumplir con el rito de bautizo para los oficiales nuevos que se incorporaron a la Compañía, y entre esos oficiales nuevos, pues Carlos Urgiles y este servidor eran los bautizables que hasta ese momento no sabíamos qué nos esperaba si bien rumores y más rumores que corrieron nos advertían de la inminencia de esa ceremonia y de sus contenidos.


Así, el domingo 25 de mayo de 1958, con presencia de la plana mayor de la Compañía y de la presencia de Autoridades civiles del Cantón Chinchipe, en los patios del cuartel, con la presencia de nuestras Madrinas, se procedió al tan esperado acontecimiento. Permítaseme relatar en qué consistió el bautizo de “esculapio troncorum”, de “cucú” Urgiles, de Marcelo Larco “gatito”.


Nuestra gorrita de color rojo con golitas del mismo color fueron encajadas en nuestras venerables cabezas y ajustadas bajo nuestra barbilla con artísticas cintas de color carmesí.


Nuestros faldones que nos llegaban hasta las rodillas, de color blanco señalando nuestra pureza y un cinturón del mismo color.


Las botitas blanquitas, un primor de confección nos calzaron perfectamente.


Se nos acomodó confortablemente en tres elegantes carretillas convenientemente adornadas y allí permanecimos hasta que llegue nuestro oficiante el “padrecito” Homero Rodríguez que con blanca sotana y su bonete negro quedó como un auténtico representante de la curia. 


Sofocando las risas de los “testigos”, el padrecito recitó unos cuantos latinajos que ¿qué también querrían significar? y al final procedió a bañarnos de cuerpo entero a pretexto de que el lavacara no lo podía sostener, y, luego lo peor... la ingesta con un biberón gigante cuyo contenido de lo que alcancé a identificar creo que era una mezcla de vinagre, ají, sal, licor de caña, cerveza, jugo de qué diablos sería y que había que concluirlo íntegramente sin chance de vomitar porque lo volvían a llenar ...Puaff... hasta ahora me recuerdo de cómo fue repugnante ese brebaje... Qué asco... 


Después a “limpiarse” por dentro con apropiadas bebidas para desinfectarnos y para que no nos haga daño lo que se nos administró.