Un safari más allá de Yangana


i necesidad de trabajar, no digo mi espíritu aventurero -porque no lo tenía por lo menos en esos momentos-, me iba a llevar a la recóndita e inaccesible Zumba, que no lo era y no lo será, ninguna tierra de promisión.

"Doctorcito -me advirtió con cierta guasa una vez que me recuperé de la impresión- no irá a dar Quinina a ninguno de los enfermos, porque ahí el Tabardillo es lo que “tetea”(???).  Si les da despídase, porque son hombres muertos".

Tal su sentencia y mi reconocimiento in mente, de que en todos mis años de estudio, no había escuchado qué era eso del “Tabardillo” entonces sentí la necesidad de ir a empaparme en el asunto para ver de qué se trataba, ya que una vez comprometido y al no poder dar marcha atrás para renunciar al empleo -que aún no lo desempeñaba-, pues ni modo ya no había nada que hacer.

Al menos eso creía, porque para responsable y cumplir mi palabra y, aquello del honor y el ¿qué pensaría mi familia si me rajaba?, inundaron mi ser, sobreponiéndose al justo temor a lo desconocido que no dejaba de hacerse presente en mi conciencia, porque me decía... “metiste la pata y a presentar el pecho cholito”.