Un safari más allá de Yangana

artes 26 de Agosto.

Tuve, como es de rigor, cuando se es miembro de las FF.AA., que presentarme, correctamente uniformado ante el jefe de personal de la Comandancia General del Ejército y para dar inicio a los días de permiso que se me había concedido.

Miércoles 27 de Agosto.


En compañía de mi Rosita, en cuanto se ha desocupado de sus obligaciones en la oficina del molino, hemos ido a casa de mi Mayor Garzón en la Tola, para entregar cartas y encargos que por mi intermedio llegaron a las respectivas manos.


Jueves 28 de Agosto.


En este día concurro otra vez al Ministerio de Defensa, a donde he sido convocado por mi General Rigoberto González, quien es el Comandante General del Ejército.


Luego de expectante espera en la antesala del Comando pletórico de Oficiales de las diferentes armas y de diferente jerarquía, ante quienes tenía que cuadrarme, pude pasar al despacho del alto jefe, ante quien otra vez me cuadré y talvez sintiendo como me sentía nervioso e inquieto, amablemente me invitó a sentarme e inquirirme, acerca de los incidentes acaecidos en Zumba por culpa del cura Feijoo. Me escuchó atentamente y cuando terminé el relato de lo que ocurrió precisamente conmigo me dijo:


“Doctor, le felicito por la actitud que supo tomar en ese momento. Nos evitó una situación difícil que nos hubiera comprometido fatalmente si aceptaba el reto y agredía o aprisionaba a ese sacerdote. Ahora, disfrute de su permiso. Ahora puede retirarse.”


Me levanté llevé mi mano derecha a lado derecho de mi frente, me cuadré militarmente y respondí:



 “SU ORDEN MI GENERAL"


Abandoné el despacho, como si flotara entre nubes y me fui al encuentro de la dueña de mi vida y de mis amores.