Un safari más allá de Yangana

rmado y prevalido de mi flamante Título de Doctor en Medicina y Cirugía, otorgado por la Universidad Central del Ecuador, y con la motivación suprema de comenzar a ejercer mi noble profesión  -hoy tan venida a menos por el mercantilismo profesional-  y ganar así el sustento diario con el que mantener a la familia; atender al prójimo en sus achaques y dolencias y, para ser un soldado más en las huestes militares del Ejército Ecuatoriano.
 
Me vi entonces enrolado para ejercer mi “apostolado”, sirviendo a mis hermanos uniformados que custodiaban las fronteras patrias en las ignotas y casi perdidas guarniciones, en las selváticas e inhóspitas regiones ubicadas muy lejos, demasiado lejos, y... bien al fondo del “mapa ecuatoriano de Tufiño”, lo que fue mi primer susto, cuando el Oficial que me asesoraba respecto de mis tareas específicas como Teniente de Sanidad, al ser inquirido por este servidor, respecto a donde era que se me destacaba, se acercó al mapa que colgaba en la pared de la oficina, plantó su dedo índice en el sitio que correspondía a la Capital del Ecuador y comenzó a movilizarlo hacia abajo, bien abajo… pasaron Latacunga, Ambato, Riobamba, Cuenca, Loja, más abajo, más abajo... ya no había ciudades solo accidentes geográficos y puntos insignificantes marcados casi al azar... casi en cuclillas, el Oficial marcó el límite con el Perú y, apenas a unos dos o tres centímetros del borde limítrofe vigente en esa época, marcó el lugar de mi destino.