Un safari más allá de Yangana


ues sí... yo también estuve en Yangana. En la misma que Ángel F. Rojas la describe magistralmente en su libro, “El Éxodo de Yangana”. Solo que yo no era de los del éxodo, ya que aquello ocurrió hace tanto tiempo y mi pasar por allí, más que casual... fue obligatorio por las circunstancias que anotaré en su debido momento.

Lo curioso, es que mi estancia por allí fue en horas vespertinas y mi visión de la población, por fuerza, fue en un claro oscuro, más oscuro que claro, diría mejor. Pero de lo que recuerdo, era muy pintoresca la población de Yangana.

Téngase en cuenta que han transcurrido casi una cincuentena de años, pero la placita central, donde llegaba agotado el bus que traía el bagaje humano y de otra clase desde Loja, era la adecuada para la recepción de la comitiva que arribaba desde -casi diría con propiedad- el último bastión civilizado de nuestro país, por lo alejada que se encontraba y sigue encontrada hasta estos días. Bella Loja cómo no estás más cerca de todo y de todos para honrarte y festejarte…

Eran una decena de casuchas y, en una de ellas fue adonde arribé lleno de aprensiones no exentas de curiosidad y cautela, mucha cautela.

Pero qué hacía yo allí... lejos, muy lejos de mi natal Quito, lejos de mi familia, lejos de mi flamante esposa, lejos de mis amigos, lejos... lejos de todo. Y cuando digo lejos de todo, es la verdad, y más si nos transportamos al año de 1957, agosto del 57 para ser más precisos.

Loja, hermosa desde ese entonces, cuando la conocí, estaba en el confín del planeta y de nuestro país, me resultó llegar a ella una empresa de envergadura, piénsese en lo que para un citadino que siempre había caminado en pavimento o empedrado satisfactorio, significaba enfrentarse a terrenos y carreteras lastradas, más mal mantenidas que nada, con barrizales y oquedades a lo largo de la ruta. Sí, me resultó chocante, porque creía iluso, que la atención de los organismos del Estado debían ser muy expeditos, para mantener en buena forma, la cinta vial que nos conducía hacia la ciudad “Centinela de la Patria”.