Un safari más allá de Yangana

on el objeto de que nuestra actividad castrense se encuentre dinámica y activa y, para asegurarnos de que donde poníamos el ojo, poníamos la bala, hubo concurso de tiro de fusil en el campo de Marte(?) adyacente al cuartel y no salí tan mal parado si se toma en cuenta que las armas no estaban en mi arsenal, para salvar vidas.

Se aproximaba el 23 de Abril, fecha en la que el Arma de Caballería se festejaba, y, mi jefe, Jorge Garzón, era caballero. Se podrá suponer, dados los antecedentes que antes he citado, cómo y de qué forma y con quienes se iba a efectuar tal festejo.

23...24... fueron de celebración con todo lo necesario... los nobles brutos, me refiero a los caballos, debieron sentirse orgullosos de ser tan elogiados.

Pero no podía faltar la nota discordante de Bravo (el suche)... maltrató malamente a un conscripto de tal manera que puso en peligro la vida del chico. Tuve que emplearme a fondo para ayudarlo y salvarle la vida, que a Dios gracias pudo ser salvada.

No sé cómo una persona con tales antecedentes de sadismo y crueldad, podía haber tenido asidero en las Fuerzas Armadas, se lo reclamé airadamente y lo propio hicieron todos los demás oficiales. 

Como consecuencia de ello, al mencionado sujeto se lo castigó enviándolo de guarnición a la lejana Chito, para que en esas soledades aprenda a refrenar sus malsanos instintos.

Mientras tanto, en Quito, mi linda mujercita había sufrido otra vez la Parálisis de Bell, que ya la sufrió anteriormente y que yo le pude ayudar para que se recupere pronto. Pero ahora yo tan lejos, no miento si digo que me sentí bastante mal, porque no podía ayudar una vez más a mi amada esposa. Máximo en mi angustia recomendarle que acuda al Hospital Territorial Militar en Quito, para que le brinden la asistencia y ayuda para que pueda recuperarse y recibir rehabilitación. Qué vaina...