Un safari más allá de Yangana


n pocos días más conocí a personas nativas y colonos que habían llegado a la tierra charapana. Ahí estaban Miguel A. Aguirre “el Viejito Amarrador” porque siempre que jugaba al voley, ganaba porque sabía “amarrar” a sus compañeros de equipo constituyéndose en un trío formidable -que enfrentaba con ventaja al equipo militar formado por algún oficial acompañado por el cabo Ojeda y el Sgto. Ordóñez- que eran lo más representativo en el elemento uniformado… según lo recuerdo.


También entablé una buena amistad con Vicente Martínez y su familia, con el ex-cabo Naula, con Segundo Vallejo, también ex-miembros del Ejército ecuatoriano.


Más tarde en los días que siguieron, me relacioné con el Dr. Antonio Regalado, con doña Lucita su esposa, con Ednita, una linda chiquilla, hermosa flor en esas soledades y orgullo de la familia de “Antuco”.  Era el médico civil en Zumba y atendía todo lo ateniente a la administración de salud dependiente del Ministerio de Salud y de la Higiene Municipal del cantón. Entablamos entrañable amistad y confianza con esa familia, que además eran los vecinos inmediatos a nuestra enfermería. Muchas noches en vela nos correspondió pasar a Antuco y a mí, esperando por el parto y alumbramiento feliz de una madre gestante. 


Nos gustaba participar e intercambiar opiniones de nuestra profesión, toda vez que el Dr. Regalado era más antiguo y más vivido en el quehacer médico, en el que yo me estaba iniciando. Creo, sin temor a equivocarme, que aprendimos mucho de nuestra afectuosa relación.