Un safari más allá de Yangana


on la llegada de los mulares y su preciosa carga de alimentos y vituallas, era un acontecimiento esperado con ansia cada quince días más o menos y era motivo de regocijo que hacía un paréntesis en la tediosa soledad que embargaba a todos las personas que nos había tocado en suerte ir a parar por allí, ya que entre el cargamento llegaba correo para el personal de conscriptos y tropa y, para los Oficiales entre ellos, una carga de revistas y periódicos que nos permitía, con cierto atraso, conocer los hechos y novedades que ocurrían en el país y en otros lugares del planeta. Ah, también me llegaban cartones de cigarrillos Lucky, y Chesterfield que en esas soledades entre el humo azulado y sus volutas, dejaban rodar mis fantasías y mis sueños. Entonces sí que era un buen fumador.


También leí bastante, porque devoraba, si cabe la expresión, las lecturas y artículos que traía la revista cubana “Bohemia” de la era pre-castrista, y “Selecciones”, como un medio de distraer el tedio y la angustia que me embargaban, teñidas de bastante auto compasión y sentimientos depresivos a duras penas disfrazados ante el resto de personas que me acompañaban.