Un safari más allá de Yangana


o se había organizado ni planificado ordenadamente la urbanización del pueblo, no había lo que se decía “cuadras” o “manzanas” y todo se había hecho de acuerdo con el gusto del colono y también, hay que reconocerlo, con los accidentes geográficos que la naturaleza había impuesto en este sector.

En medio de este desorden urbanístico, se apreciaba hacia el oriente del pueblo, una pequeña plaza cubierta de tierra, con una cancha para jugar Volleyball, unas casas a medio construir rodeando la plaza y, hacia el lado oriental, la iglesia del poblado muy señorial y, con una torre cónica, toda ella de zinc, que brillaba con los reflejos del sol de la tarde, también con estructura de madera. Más allá hacia el oriente y el occidente grandes extensiones de pasto, las llamadas “invernas”, que eran el alimento para los mulares del ejército y para el ganado.