iga padre -le dije- si Ud. continúa vejando al Ejército vamos a tener que tomar otras medidas... La multitud de seguidores civiles y nuestro personal de la Unidad estaban atentos al diálogo que protagonizábamos el cura y yo. A ver!! qué me vas a hacer?... Quieres pelear acaso, porque estoy listo... replico el cura con aire belicoso Mire padre, no me provoque, yo respeto su sotana y lo que representa para la iglesia, no querría causarle daño. Si persiste en esta actitud voy a disponer que le encierren en el calabozo... respondí Ah. Sí? Prueba a ver si puedes... Se acercó amenazadoramente y yo me apresté para enfrentarlo. Físicamente el cura de contextura delgada, pálido y medio enclenque a pesar de que no era mayor que mí en lo que se refiere a la edad, iba a tener que encontrarse con un hombre, que había tenido oportunidad de hacer bastante actividad física y atlética y coraje también templado. Si bien era de naturaleza tranquilo y evité siempre confrontaciones de tipo personal, cotejándome con el de la sotana, sabía que no iba a soportar una paliza que, modestia aparte, sabía que podía propinarle. Una advertencia más padre. Cuidado, no se exponga. Mire que lo va a pasar muy mal. La gente que le seguía, parece que se dio cuenta de que yo estaba dispuesto a castigarle y con mayor razón cuando el personal de guardia aprestó sus armas para utilizarlas si el caso era necesario. En este trance. Ya me fastidié y estuve a punto de “carajearle” y mandarle a la “misma mierda” si continuaba en ese plan, aparte de que estuve ya tentado de capturarle y meterle al calambuco, como llamábamos al calabozo para castigo, que había en el cuartel. Ante la decisión que demostráramos para hacer cumplir la ley y las órdenes, los seguidores del cura replicaron: Vamos, vamos padrecito... evite mejor... Vas a ver lo que te va a pasar -imprecó una vez más el cura, amenazándome con el puño. Yo me reí y le respondí, ahí sí sin el más mínimo respeto: Cuando quieras cojudo!!!...