Un safari más allá de Yangana

n auto balance de mi record, sí que merecía un premio a mi constancia y osadía y sentí que el sufrimiento y las penalidades padecidas, bien valieron para convertirme en todo un hombre, que aprendió a valorarse y calibrarse y sentirse capaz de aceptar cualquiera otro obstáculo que pudiera aparecer en mi horizonte y en mi destino.


Con tal retroalimentación, me sentí más tranquilo para esperar lo que venga y con entusiasmo emprendí la tarea de preparar el balance de mi ranchería del mes de julio, y con mayor razón, esperando alguna nueva tanto tiempo esperada e ilusionada.


Precisamente, cuando laboraba con singular afán en mis actividades, al fin llegó la noticia tanto tiempo añorada y esperada a través de un agencioso radiograma que me envió Rosita, anunciándome que se me había concedido el anhelado permiso por el tiempo de diez días... lo que me permitiría ya en la Sede Ministerial de la Defensa conseguir, al menos eso lo pensaba, el pase a otro lugar en donde por fin pudiese compartir la vida común con mi adorada esposa de quien se me había separado casi abruptamente un año atrás en plena luna de miel. Ahora correspondía esperar la comunicación oficial proveniente de las autoridades superiores que me autorizaran abandonar mi Unidad para salir hacia Quito y soñaba, a mi nuevo destino.


La autorización llegó el 9 de agosto.


Los compañeros, que conocían hasta la saciedad el drama mío, se congratularon mucho con la noticia y me auguraron días de felicidad que yo se los agradecí de todo corazón..Compréndase mi estado de ánimo eufórico y exultante que creo mi alegría me salía por todos los poros de mi cuerpo. Por Dios qué feliz me sentía con la perspectiva de poder vivir lo que tanto había sido mi sueño en todo el largo año transcurrido.