Un safari más allá de Yangana


artes 19 de agosto de 1958.


Son la una y media de la madrugada. Es un amanecer oscuro y frío... las gotas finas de lluvia auguran que como siempre, tendremos que enfrentarnos, mi guía y mi mular a la inclemencia del tiempo.


Esto me atemoriza un poco, considerando las condiciones físicas disminuidas que vivo, sin embargo los incentivos en procura del próximo encuentro con mi esposa querida y el chance de cambiar de destino en otro reparto militar, me animan. La noche previa, me despedí una vez más, de todos los queridos amigos y compañeros de aventuras y no teniendo nada más pendiente, emprendí una vez más la larga caminata hacia mis lares queridos...

No cometí, esta vez la locura del adiós que me resultó tan fatal la semana anterior, y, hoy, tranquilo y esperanzado seguí la ruta señalada.


El camino hacia Isimanchi, resultó fácil relativamente, ya que era de suave declive y bordeado por los árboles y arbustos y olores saturados del aroma a vainilla, por los frutos tiernos de piña y frutas propias de este clima subtropical, acompañados además por los trinos de las aves que anidaban en las cercanías. 


La visualización de los brillantes techados de aluminio de las casuchas de la población, más el murmullo de las aguas del río del mismo nombre, el ladrido de los perros y el cacareo de las aves de corral, animaron a mi espíritu que sabía que cada metro que progresaba era uno menos que me separaba de mi sueño.


Descansamos poco tiempo, hasta desentumirnos un poco y dar de beber a la mula y asegurar la cincha de la cabalgadura. Cuando alcé mi vista para contemplar hacia el noroccidente y tratar de visualizar las altas cumbres de Solaguari, no pude hallarlas porque estaban cubiertas de espesa neblina. Un dejo de tristeza me acompañaba porque pensaba qué dura iba a ser la travesía y lo que se cumplió cuando comenzamos a trepar cansina y monótonamente al ritmo de la marcha de la mula, hora tras hora sin detenernos, y, cuando llegamos a la cumbre, llena de húmeda neblina, al volver los ojos hacia abajo en la profundidad buscando la población no la pudimos ver más.