Un safari más allá de Yangana

ún me parece mentira que estuve en esos trances y que viví esas aventuras.


Mientras tanto aleccionado oportunamente por mis propios jefes y compañeros, que sabían la colorada, me habían sugerido que mi Rosita se consiga un certificado, extendido por un médico militar, para que alegando una afección de ella se me confiera un permiso para poder salir a Quito y allí, comenzar el consabido palanqueo para pedir el pase a otro lugar, toda vez que ya había cumplido el “año de oriente”.


Ni corto ni perezoso así le escribí a Rosita y pudo, a través de nuestro común amigo (QDDG) Jorge Santoro, del Hospital Territorial Militar No 1 de Quito, conseguir el mencionado documento que a lo mejor iba a hacer factible mi salida de Zumba hacia otras latitudes. Ese certificado me lo trajo a Zumba, mi amigo Celso Larreáteguí y enseguida lo pasé al comando para que se inicie el respectivo trámite por el rígido órgano regular.


El 29 de Julio, aniversario de los funestos incidentes en la vecina provincia de El Oro, cuando los peruanos la  invadieron  en el año 41 -Apenas habían transcurrido 17 años de ese hecho- Nuevamente parece que había un conato de incidentes fronterizos y nos preocupó mucho aprestándonos por sí acaso.


Con este motivo salieron a relucir, sabrosas anécdotas que se habían protagonizado en esa época, como el hecho de que se advirtió a los muleros peruanos que hacían comercio de San Ignacio y Namballe que comuniquen a sus militares que en Zumba iban a encontrar tremenda resistencia, ya que en cada casa había un mortero listo.


Lo gracioso era que los campesinos charapanos se referían a los artefactos que utilizaban para golpear y moler el arroz que se produce de buena calidad en la zona. 


Lo que no se sabe es si por esa razón hasta esa fecha jamás los peruanos habían pensado invadir el país por esa región. 


Con ese espíritu belicista, se nos ofreció a todos los Oficiales la posibilidad de adquirir una flamante pistola “Walter” a buen precio. Ni cortos ni perezosos, todos nos inscribimos para tener esa pistola en nuestro poder. Yo la tengo hasta hoy día.


Parece, menos mal que ese incidente no fue más que una escaramuza provocada por gente nerviosa y de espíritu malsano.