Un safari más allá de Yangana

n sobresalto me embargó cuando llegamos a la orilla de un caudaloso río, creo que era el Yangana y había la necesidad de atravesarlo.

Respetuosamente, el guía, me sugirió o me dio a entender que como superior  suyo, yo tenía la alternativa de ir delante. Comedidamente le manifesté que era la primera vez que me encontraba en esos trances y que me enseñara cómo era el procedimiento para vadear la corriente. No tuvo inconveniente y sin más trámite montó en su mula y me señaló por donde debía seguirlo. Con tino, con muchísimo tino, este servidor se aventuró.

Alenté al mular con ligeros movimientos en los ijares y nos lanzamos a la corriente que se me figuró en su momento era terriblemente fuerte y en pocos instantes más, que a mí se me figuraron una eternidad, al fin estuvimos al otro lado con toda felicidad. Agradecí a Cueva y yo me sentía muy orgulloso de esta mi primera hazaña.

Como continuábamos el ascenso de la montaña que después supe era el Páramo de Sabanilla, la vegetación también iba cambiando, como cambiando también iba el tiempo.  A esa altura, sólo se veía cumbres de montañas y más montañas, alternando con profundas quebradas, y un celaje que se tornó cada vez más oscuro y amenazador y con la aparición de una lluvia que de pequeña se transformó en torrencial y el camino se tornó resbaladizo. El poncho de aguas  se desplegó inmediatamente y me cubrí todo lo que pude aunque la cara sí sufría el embate del agua y del fuerte viento que soplaba en esas alturas.  No faltó un momento en el cual en esos trances precisamente al hacer un viraje brusco de mi cuerpo me ví resbalando sobre el costado de mi cabalgadura y quedé colgado en una ridícula y no airosa postura que causó mi hilaridad y la de mi guía que se apresuró a sacarme de tan desafortunado trance. Y cómo llovía sin parar. Seguíamos por una cuchilla  y línea de cumbre que nos permitía atisbar hacia qué abismos podíamos descender si nuestros mulares fallaban o resbalaban en el lodazal o si la fuerza del viento nos empujaba hacia uno u otro lado.

Yo iba encomendándome a toda la corte celestial y reconviniéndome ¡ para qué me metí en esto !