Un safari más allá de Yangana

uego del gusto vino la pena: el lunes próximo se licenciaban los conscriptos y venía el período de vacas flacas para la Unidad.


Ya que en período de acuartelamiento, la ayuda financiera para las Unidades militares se reforzaba económicamente, para poder solventar la manutención de todo el personal, en cambio, cuando los conscriptos dejaban los cuarteles, se reducía notablemente la mencionada ayuda y había estrechez que redundaba en perjuicio de la cantidad y calidad del rancho para la oficialidad y la tropa.


Pronto los preparativos se iniciaron, las cuadras se aseaban y se procedía a la entrega y recepción del material bélico en perfectas condiciones y se ordenaba el rastrillo para la recepción de ese material. Las caras alegres de los conscriptos que se licenciaban previa la obligada jura de la bandera, contrastaba con el resto del personal que con adusto ceño y tristeza, pensaba que los voluntarios no tenían el chance de los conscriptos que pronto retornarían a sus hogares y a reanudar su vida en la escala civil.


El domingo 8 de diciembre se licenciaron los conscriptos, y fue emocionante la despedida, quedando Zumba “muy solita” como dijeron los charapanos, pero había que respetar las leyes y las órdenes superiores.


El miércoles 11 de diciembre se me ordenó ir hacia Chito, el lugar más meridional y abandonado de esta zona de la frontera, para chequear al personal de ese destacamento, he inicié el viaje a las 9 de la mañana. Viajar hacia el sur oriente vadear el río Mayo y, en mis anotaciones de mi diario he consignado: “Tengo un poco de miedo de ir a Chito a través del río Mayo, pero tengo que tragarme en silencio mis temores y confiar en Dios y en la suerte. Amorcito mío ruega siempre por mí que tanto te adoro por sobre todas las cosas del mundo. 9 a 4 y media de la tarde, llegué gracias a Dios sano y salvo. Chito eran cuatro chozas, una ruina y una desolación. Se diría que me encuentro en un pueblo muerto, pero unos cuatro niños que juegan en el polvo me dicen lo contrario. Soledad, tedio, tristeza, luego de atender al escaso y mísero personal me hacen añorar mi presencia en Zumba, que en comparación es el cielo. Que vuele el tiempo y pasen pronto las horas para volver a Zumba. Vidita mía ruego al Cielo permitir nuestro encuentro”.


El viernes 13 del mes en curso luego de haber pasado dos días en Chito, iniciamos el regreso a Zumba demorando nuestro recorrido cinco horas, desde las seis y media de la mañana, estuvimos llegando al cuartel a la una y media de la tarde.


Como consecuencia de esta travesía, posiblemente los alimentos que nos brindaron en Chito, no estuvieron bien preparados, me ocasionó un fuerte desarreglo estomacal, que me obligó a permanecer en cama y la necesidad de ingerir un laxante que me permita restablecerme lo más pronto posible. Y así fue que el domingo 15 pasé sintiendo los efectos de la medicación tan útil y necesaria.