Un safari más allá de Yangana

h, también había que continuar con las prácticas de Voleyball, que me habían estado esperando. No lo había practicado nunca, pero en estas latitudes, siendo el juego oficial de las Fuerzas Armadas, había que avisparse y también enrolarse en las huestes de esa interesante práctica deportiva. Jugaba en la parte de atrás, ya que con mi contextura, no lo podía hacer ni de ponedor ni de servidor y era de ver  cómo intentaba volar atrás, para recoger las bolas que enviaba el ponedor del equipo contrario. Poco tiempo estuve atrás y a poco luego de práctica y paciencia llegué a servidor y ahí más o menos, me desenvolvía procurando que nuestro servidor recoja lo que le enviaba y pueda colocar en la cancha contraria.


Como se avecinaba el día del Oriente Ecuatoriano, y siendo partes de ese segmento patrio, nos preparamos con todo esmero y el día aquel, desfilamos marcialmente por las calles de la población procurando estimular el sentimiento patrio de la multitud, que nos aplaudía y daba vítores ante nuestro paso.


A la tarde y noche, en el Ilustre Concejo Municipal de Chinchipe, hubo la sesión solemne con discursos alusivos a la fecha y los consabidos brindis, que se prolongaron indefinidamente hasta que este servidor, conforme pronosticaron mi jefe y compañeros oficiales, iban a hacer de “tronquito”, como cariñosamente me llamaban todo “Un Borracho y Puto”. No es para describir cómo me sentí con el “chuchaqui” del día siguiente. 


El Domingo 16 de Febrero arribaron los nuevos conscriptos, que luego de una epopeya que no se ha escrito todavía, o al menos yo no lo he conocido y, por eso lo transcribo llegaron después de portar una pesada planta eléctrica, que iba servirnos para uso del cuartel, que hasta entonces vivíamos a expensas de la planta eléctrica del municipio. He de imaginarme, como en el curso de dos semanas ese personal reclutado en el Guayas, pudo cargar esa enormidad de máquina y con el tremendo peso que ello significaba y por qué camino... yo los admiré y en todo lo que pude traté de hacerles más llevadera su estancia y pasantía mientras estuve en el cuartel. Hasta hoy no me acabo de olvidar cómo ese titánico esfuerzo hizo posible que en la Unidad, podamos disfrutar desde entonces de luz suficiente para alumbrar las dependencias y nuestros dormitorios, nuestro casino de oficiales, con su refrigeradora y el equipo de sonido, y podamos escuchar por fin nuestros radios, que teníamos cada uno pero que hasta entonces, no los podíamos usar a plenitud y ahí sí estar a tono con las novedades y noticias que emitía “La Voz del Volante” de Azogues que se sintonizaba bastante bien.


Además de ello, en este día era Domingo de Carnaval, que en esa parte no recuerdo que lo hayamos festejado ni siquiera con un polvito, pero que fue motivo para mojarnos por dentro y de qué forma... sí creo iba salir “borracho y puto”... si alguien no me salvaba.