Un safari más allá de Yangana


or si fuera poco, recién en este día se me facilitó el uniforme, todo el equipo y parafernalia militar, después de hurgar en las bodegas y rastrillo de la Unidad, que quedaba justo debajo de mi dormitorio, esto es casco para ponerse en la cabeza, aclaro por sí acaso, y que tenía por más señas una cruz roja claramente impresa en su frontis, una mochila para  llevar al campo medicinas y material quirúrgico de primeros auxilios y, para la defensa personal, una pesada pistola Colt de dotación y la canana con proyectiles suficientes como para ir a la guerra, aún cuando mi misión era la de salvar vidas… Qué ironía, pero guerra es guerra.


El por qué, se me facilitó todo el menaje bélico, se hizo patente, cuando al otro día miércoles, se dispuso el traslado para “reconocimiento”, de un pelotón del que formaríamos parte como el de sanitarios, con el incremento de personal de unos seis conscriptos que portarían las camillas y otros implementos de rigor, con la orden de dirigirnos al destacamento de "El Deshecho", que se divisaba muy arriba hacia el sur, rayando en las montañas que en su declive más meridional, caían hacia el río Canchis, el “río frontera”, como lo pude comprobar cuando tras accidentada marcha, arribamos luego de unas tres horas de marcha por desfiladeros y quebradas, al mencionado destacamento adelantado, atalaya del Ejército Ecuatoriano en esas latitudes.