Un safari más allá de Yangana

ras recibir el parte del jefe del destacamento, el Cabo Albarracín, nuestro pelotón fue atendido por el personal de planta con un desayuno de campaña acorde con la circunstancia que vivíamos. Los compañeros oficiales de línea, dieron una charla de estrategia para todo el mundo y poco después, descendíamos hacia el río Canchis, una vez desprovistos de todas nuestras insignias y distintivos militares para evitar toda identificación comprometedora por parte del personal peruano que guarnecía y patrullaba el borde meridional del río. Allí los encontramos en efecto, cuando tocamos las aguas del Canchis, en donde nos bañamos y retozamos frente a la mirada de los soldados peruanos con su uniforme azul pálido.


Una emoción apenas reprimida me permitió apreciar por vez primera hasta dónde había llegado mi compromiso, al darme cuenta la responsabilidad de compartir como un miembro más, la misión que tenía el Ejército Ecuatoriano como guardián de la soberanía  y de la inviolabilidad del territorio patrio.