Un safari más allá de Yangana

rece días cuyo registro no acabo de encontrar transcurrieron entre los míos... Excusé a mi adorada Rosita, encontré a mi madre, a mis hermanos a los parientes y amigos a quienes muchas veces temí no volver a verlos, y no me cansé de relatar mis aventuras y mis desventuras teñidas de bastante afectividad, encontrando no pocas veces admiración y simpatía, porque para mucha gente a lo mejor yo no iba resistir el dolor y el sufrimiento de alejarme de mis seres más amados, de mi tierra, de mis familiares, de mis amigos y conocidos...

 

A lo mejor procuré desquitarme de tanta privación y a lo mejor lo conseguí, viviendo lo que tanto extrañé en medio de mi soledad y aislamiento, allende la lejana frontera adonde el destino me condujera y procuré aturdirme para olvidar un poco la realidad, de que mis horas en medio de este remanso de felicidad  estaban por concluir y que en pocos días más tendría que retornar a mi lugar de trabajo.


Dejando atrás las fiestas navideñas y el advenimiento del Nuevo Año de 1958, dejando nuevamente a mi adorada esposa, a mi familia, a todos mis amigos y parientes... pensando que en este año en unos cuantos meses más, al menos eso lo pensaba en mi fuero interno, podría acceder a un cambio mediante el pase y poder reintegrarme otra vez a permanecer en medio de mi Rosita y de todos los míos.


Inicio una vez más el duro trance de dejar todo lo que más quería en la vida.


Enero 9 de 1958: “¿Por qué Dios mío tengo que dejar tan lejos a mi adorada esposa y a los míos? ¿por qué nuevamente estoy reviviendo este duro vía crucis de la separación? Son las 7 de la noche aquí en Cuenca y no puedo contener el triste raudal de mi llanto.”


Estaba hecho, ya estoy otra vez solo con mi dolor y mi angustia.


Al día siguiente, lo de rigor, dirigirme hacia Loja antesala de la entrada no hacia lo desconocido sino a lo bien conocido, que con los sinsabores del viaje han ido templando mi espíritu y mi coraje, no exentos de sensibilidad que aflora en mis ojos con sollozos llenos de sentimiento.


Ya en la lejana Loja, otra vez a esperar la oportunidad del advenimiento del próximo correo militar que será mi guía y compañero desde Yangana hasta la lejana e inhóspita Zumba.